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Unicornios

Seres mágicos, poderosos, llenos de energía. Los unicornios se asocian con la fantasía, la belleza, el mundo idílico, y aunque nadie los haya visto, a todos nos sigue pareciendo que si esperamos lo suficiente, un día de una manera inesperada, un unicornio asomará a la ventana. Mi teoría es que en esta vida hay mucho tipos de unicornios, que nos cruzamos todo el tiempo con ellos y que algunos llegan a fastidiarnos tanto que esperamos que la magia se de vuelta y le mire a los ojos, haciéndolo desaparecer. En mi vida me he encontrado con jefes unicornio, esos seres llenos de buenas intenciones, buenos deseos, mágicas palabras, sueños esperanzadores. Jefes que sólo hablando te transportaban a un mundo ideal. Luego, cuando ibas transitando la profesión, al pasar de los meses y las promesas te dabas cuenta que comenzaba a deslucirse la propuesta. Que la fantasía inicial se transformaba en una realidad tirana. Los jefes unicornio prometen, pero no cumplen. También, y por desgracia, he c...

Ladrón

Pasó por la ventana, iba muy de prisa. Estaba atardeciendo y el sol reflejaba sobre la ventana un color naranja intenso. Como no hacía calor, estaba abierta de para en par. La brisa de la tarde era un cariño para el alma. Entonces algo pasó por la ventana y se detuvo un instante, recogió algo y lo guardó en un bolso de arpillera. La silueta, pintada de negro azabache, recortada en el perfil del horizonte, parecía la de un mapache. No lo sé. Algo se llevó esa tarde. O tal vez vino a buscar algo que había perdido, algo que me había prestado. Tal vez era un mapache, o un duende de la tarde. O un ladrón. No lo sé. El sol me llenaba de estrellas los ojos y no pude distinguirlo bien. Desde entonces encuentro culpable para casi cualquier cosa. Cuando falta la risa, la tiene el mapache. Cuando sobran las excusas, las dejó el duende. Cuando faltan los abrazos, los robó el mapache. Excusas vanas, inaceptables. Pero se han ido, como el sol de la tarde.

Amor

Andaba perdida. Se paró en una esquina y desplegó un mapa recién comprado. No sabía leerlo muy bien, así que después de unas tres vueltas logró situarse. "Usted está aquí", dijo en su mente y se imaginó un punto rojo en el mapa. Apoyó la espalda en la pared entibiada por el sol de la tarde. No conocía la ciudad. Era una extranjera sin experiencia. Era un desafío para ella misma. Viajar sola. Sin ataduras y sin conocimiento. Descubrirse única y descubrir ge nte. "Usted está aquí" resonó en su cerebro una vez más. ¿Donde estoy?, pensó, sola, sin un amor que me mime. Sin unos brazos que me asistan. Estoy en Nueva York. Porque quise. Porque si. Porque puedo. Porque no puedo. Y en ese devenir de pensamientos alguien se acercó y le preguntó en perfecto inglés si necesitaba ayuda. Ella asomó su cabeza por encima del mapa desplegado y le dijo que no. Él le preguntó si hablaba español, ella le dijo que sí. Él mostró su sonrisa más hermosa y la invitó a caminar hasta su próx...

Amores sumergidos

En casi todos los países del mundo existe la economía sumergida. Esa que no existe en los papeles, que no cuenta en las estadísticas, que no recibe premios, que no tiene ayudas, esa que la impulsan, en general, los que menos tienen, los que más necesitan. Y también los que evaden, los que mienten, los que trampean. Esa economía de la que nadie quiere hablar, pero ahí esta, alimentando familias, haciendo estudiar a los chicos, comprando zapatos, activando otros engranajes que sin ese movimiento fantasma, silencioso, pendenciero, tampoco funcionaría. La economía legal, la de las cuentas claras y los números al día, se horroriza de la economía sumergida, la critica, la denosta, pero a veces, algunos de ellos, la utilizan, la buscan, la quieren. Con un poco de vergüenza, mirando para otro lado, pero en algún punto doblan la rodilla. Y entonces, me vino a la cabeza la comparación con el amor sumergido. Ese que no cuenta, que no sale en las fotos, que no se publican en Face o Instagram ...

Cartas

“Si dejo de creer en tus brazos voy a caer”, le dijo. Pero él no le entendió. “Si dejas de contarme verdades, moriré”, le volvió a decir. Pero esta vez él no la escuchó. “Si te vas, me atas para siempre al destino errante de mi vida”, le suplicó. Pero él ya no estaba cerca. En las tibias tardes, de los grises días, se quedaba así, sentada, mirando pasar la gente, pero sin verla y susurrando algo en un murmullo triste y desentonado. Sus manos flacas y huesudas agitaban el aire, buscando algo donde sujetarse. A veces, dejaba de perseguir la brisa y metía sus manos flacas como ramas dentro de su bolso verde. Con un ruido suave de hojas arrugadas, buscaba entre los pliegues del viejo bolso. Y a veces, casi con la cabeza dentro, sacaba un manojo de papeles amarillentos, con diminutas frases escritas en ambas caras. La tinta iba desapareciendo con el correr de los años y entonces ella se aferraba con un abrazo apasionado a las pequeñas letras que le habían retratado. Con cada abra...

Criaturas

La mirada cómplice, robada de vez en cuando, la provocación directa de la piel mansa, el roce prohibido de los cuerpos amantes, el beso, los labios, los latidos, alertas siempre estaban mis sentidos. Amante criatura salvaje me dejaste ser, hicimos de las tardes,  ardientes refugios,  de las noches, desesperadas horas ansiosas. Tu red atrapó mi cuerpo, tus lazos provocadores acariciaron mi espalda. Necesidad inquieta teníamos a cada instante, juegos de entrega y pasiones despiertas, a veces dormíamos, antes del beso, antes de que los cuerpos se volvieran y se buscaran, otra vez,  incansables. Criatura salvaje ansío ahora volver a encontrarte. Cazador furtivo, tus redes ya no me buscan, me queda en el cuerpo la huella de tu hombría, en la piel el olor y el recuerdo de tu ser, Tus lazos provocadores, aún hoy,  me castigan.