Ladrón
Pasó por la ventana, iba muy de prisa.
Estaba atardeciendo y el sol reflejaba sobre la ventana un color naranja intenso. Como no hacía calor, estaba abierta de para en par. La brisa de la tarde era un cariño para el alma.
Entonces algo pasó por la ventana y se detuvo un instante, recogió algo y lo guardó en un bolso de arpillera.
La silueta, pintada de negro azabache, recortada en el perfil del horizonte, parecía la de un mapache.
No lo sé. Algo se llevó esa tarde. O tal vez vino a buscar algo que había perdido, algo que me había prestado.
Tal vez era un mapache, o un duende de la tarde. O un ladrón.
No lo sé. El sol me llenaba de estrellas los ojos y no pude distinguirlo bien.
Desde entonces encuentro culpable para casi cualquier cosa. Cuando falta la risa, la tiene el mapache. Cuando sobran las excusas, las dejó el duende. Cuando faltan los abrazos, los robó el mapache.
Excusas vanas, inaceptables.
Pero se han ido, como el sol de la tarde.
Estaba atardeciendo y el sol reflejaba sobre la ventana un color naranja intenso. Como no hacía calor, estaba abierta de para en par. La brisa de la tarde era un cariño para el alma.
Entonces algo pasó por la ventana y se detuvo un instante, recogió algo y lo guardó en un bolso de arpillera.
La silueta, pintada de negro azabache, recortada en el perfil del horizonte, parecía la de un mapache.
No lo sé. Algo se llevó esa tarde. O tal vez vino a buscar algo que había perdido, algo que me había prestado.
Tal vez era un mapache, o un duende de la tarde. O un ladrón.
No lo sé. El sol me llenaba de estrellas los ojos y no pude distinguirlo bien.
Desde entonces encuentro culpable para casi cualquier cosa. Cuando falta la risa, la tiene el mapache. Cuando sobran las excusas, las dejó el duende. Cuando faltan los abrazos, los robó el mapache.
Excusas vanas, inaceptables.
Pero se han ido, como el sol de la tarde.
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