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Mostrando las entradas de septiembre, 2016

Mirar por la ventana

Antes, no hace tanto, la cosas se descubrían mirando por la ventana. No importaba qué tipo de ventana fuera o dónde estaba o si tenía los vidrios sucios o limpios. Las ventanas eran la posibilidad de extender más allá de uno mismo las vivencias cotidianas. Eran una herramienta que usaba la curiosidad, te ayudaba a meterte un poquito en la vida del otro, en tomar tiempos a las bicicletas que pasaban, en espiar a los pajaritos, te ayudaba a irte, a volver y tantas otras cosas. Antes, dependiendo de la edad, uno usaba la ventana para fines diversos.  Durante la infancia la ventana te dejaba ver si los amigos vecinos ya estaban jugando en la calle, si las gotas de lluvia hacían globitos, si llegaban las visitas, si había pasado la hora de la siesta, la ventana, te dejaba dibujar formas con el vaho del aliento en el vidrio, era además, un blanco fácil para las piedritas que de vez en cuando tirábamos, casi provocando el castigo. Era nuestra aliada.  Después, con la adolescenci...

Húesped

No la quería. No la había querido nunca. Pero sin embargo existía entre ellos esa conexión más allá de la voluntad que hacía que siempre estuvieran unidos. Desde pequeño había compartido sus espacios con ella. Había tenido que permitirle que de vez en cuando jugara con sus juguetes. Él era bueno, un buen hijo, como decía su madre. Incapaz de matar una mosca. Así que así se comportaba. Le prestaba sus juguetes, le cedía ese espacio donde ella se hacía fuerte y le ganaba. Al principio fueron los juguetes. El problema no era prestarle, de vez en cuando, sus preciados soldados. El conflicto aparecía porque ella los usaba de una manera diferente, poco decorosa. Transformaba los autos en carrozas y los soldados guerreros y fornidos, desfilaban de vez en cuando montados en bravíos corceles que pasaban a ser unicornios. Ella abusaba de su paciencia. Pero él no sabía como hacer para no herirla. Quería decirle que no le apetecía jugar con ella, que se fuera. Que no lo invadiera. Pero no enc...

La Pasión

La miró detenidamente, como si nunca lo hubiera hecho antes. Ella estaba acostada a su lado, desnuda. La piel resplandecía a través de las gotas de sudor. El sol entraba avergonzado haciéndose hueco entre los postigos entornados de la casa, rozándole los labios rojos. Sublime, pensó él. Le acarició el cabello, despacio. Sin prisa. Nadie los esperaba. Le acomodó el mechón de pelo negro azabache sobre los hombros dorados. Quería preguntarle tantas cosas. - ¿Qué es la pasión?, se animó a decirle por fin, con un susurro al oído. Y mientras le preguntaba, se respondía a sí mismo. - La pasión es ese dolor que te gusta, ese silencio que te calma, esa caricia que no basta, ese sol que se apaga. La pasión es verte, más allá de mis ojos. Es que no me entiendas y yo te convenza. La pasión es tocarte y que no me alcancen las manos. La pasión es tu piel. Y tu boca. La pasión son mis palabras. Mi furia. Mi ansia. Recordó mientras tanto cuando se habían conocido. No había pasado tanto ti...