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Mostrando las entradas de febrero, 2018

Ladrón

Pasó por la ventana, iba muy de prisa. Estaba atardeciendo y el sol reflejaba sobre la ventana un color naranja intenso. Como no hacía calor, estaba abierta de para en par. La brisa de la tarde era un cariño para el alma. Entonces algo pasó por la ventana y se detuvo un instante, recogió algo y lo guardó en un bolso de arpillera. La silueta, pintada de negro azabache, recortada en el perfil del horizonte, parecía la de un mapache. No lo sé. Algo se llevó esa tarde. O tal vez vino a buscar algo que había perdido, algo que me había prestado. Tal vez era un mapache, o un duende de la tarde. O un ladrón. No lo sé. El sol me llenaba de estrellas los ojos y no pude distinguirlo bien. Desde entonces encuentro culpable para casi cualquier cosa. Cuando falta la risa, la tiene el mapache. Cuando sobran las excusas, las dejó el duende. Cuando faltan los abrazos, los robó el mapache. Excusas vanas, inaceptables. Pero se han ido, como el sol de la tarde.

Amor

Andaba perdida. Se paró en una esquina y desplegó un mapa recién comprado. No sabía leerlo muy bien, así que después de unas tres vueltas logró situarse. "Usted está aquí", dijo en su mente y se imaginó un punto rojo en el mapa. Apoyó la espalda en la pared entibiada por el sol de la tarde. No conocía la ciudad. Era una extranjera sin experiencia. Era un desafío para ella misma. Viajar sola. Sin ataduras y sin conocimiento. Descubrirse única y descubrir ge nte. "Usted está aquí" resonó en su cerebro una vez más. ¿Donde estoy?, pensó, sola, sin un amor que me mime. Sin unos brazos que me asistan. Estoy en Nueva York. Porque quise. Porque si. Porque puedo. Porque no puedo. Y en ese devenir de pensamientos alguien se acercó y le preguntó en perfecto inglés si necesitaba ayuda. Ella asomó su cabeza por encima del mapa desplegado y le dijo que no. Él le preguntó si hablaba español, ella le dijo que sí. Él mostró su sonrisa más hermosa y la invitó a caminar hasta su próx...