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Mostrando las entradas de septiembre, 2013

Brazos de Sal

La tela en blanco la miraba silenciosa, esperando sus pinceles llenos de palabras y colores. Parecía que la tarde, aletargada sobre la hierba, caminaba despacio hacia la cama de la luna. Se abrazó a sí misma, con sus largos y tristes brazos de sal. Se estremeció, como si la brisa de la tarde le hubiera acariciado el cabello. Eligió un pincel usado y lo empapó de color azul. Lo mezcló en silencio con un bote de palabras y pintó en el lienzo la palabra soledad. Sus brazos de sal se hicieron más largos y fríos. Dejó el pincel y mojó la yema de su dedo índice en el color verde y ató a la soledad con hilos de seda perfectos. Dibujó un puente casi transparente pintado de blanco y naranja. Se durmió la tarde a los brazos de la luna. Como casi todas las tardes. Y el lienzo silencioso se acurrucó a sus pies. Quiso hacerlo, pero no supo cómo. Quiso llorar y que se derritieran sus brazos de sal. Quiso decirle al puente que la dejara volver, pero la brisa jugaba con sus palabras, al...

El amor no brilla, calienta

Esa noche, después de un duro día de trabajo, un grupo reducido decidimos que no estaría mal salir un rato y despejar la cabeza de tantos números, problemas y temas abiertos. Después de numerarnos, el grupo quedó en cuatro personas. Nos veríamos a las diez de la noche en un restaurante de Lima, de muy buena reputación. La Gloria en el barrio de Miraflores. A las diez y unos minutos llegué, lista para la cena, ya estaban todos, habían elegido los mejores lugares de la mesa y me dejaron a mi un sitio mirando a la pared, dándole la espalda al restaurante. Debo decir que el restaurante tenía muy bien ganada la reputación. Buena decoración, buena atención, y una carta excelente. De comida y de vinos. Elegimos ceviche, pulpo a la brasa y luego cordero lechal crocante de segundo. Todo regado con un buen vino tinto argentino. La cena transcurría sin más, las típicas anécdotas de gente desconocida sobre sus desconocidos amigos, agradable, pero intrascendente.  Frente a mi, la pa...

Negro y rosa

Hoy me invitaron a cenar, por fin, una de esas cenas que requieren preparación previa. No está indicado en la invitación, pero una sabe cuando tiene que dedicarle un tiempo especial a la imagen que proyecta. Así qué empecé a organizar las cosas que una chica organiza en estos casos: ropa interior, zapatos, bolso, vestido, cabello, depilación, manos y pies, por hacer una lista resumida. Rebusqué en mi cajón de la ropa interior y encontré unos conjuntitos que si bien no estaban a estrenar, lo parecían. Los saque del cajón y los puse sobre la cama. No como en las revistas, sobre una cama esponjosa, perfectamente tendida, con innumerables almohadones en una gama de tonalidades perfectas. Mi cama se parece mucho más a esas desordenadas, después de una noche de sexo desenfrenado, digo, se parece. Así qué extendí un poco la manta por arriba, y estiré las braguitas y el sujetador. Tenía de varios colores, rosa palo, negro  noche y morado uva. Me los probé. Noté con cierta desilusión ...